miércoles, 6 de junio de 2012

La deuda aprista

¡Es inmensa! Por eso duele en el alma cuando, soberbios, se ufanan de “sus obras” y envanecidos afirman que “gobiernan para los pobres del Perú”
Nació en 1896, un año después de Víctor Raúl. Fue un 14 de enero, día del gráfico, como si Carlos Hilario hubiera sabido que a eso se iba a dedicar en su madurez y que su hijo mayor, Carlos Manuel, también lo haría.
De padre limeño y madre huanca, del pueblito de Sincos, en su niñez fue acólito y por eso rezaba el Padrenuestro en latín. En su adolescencia fue aprendiz de zapatero, pero posteriormente en una imprenta aprendió todo lo relacionado con las artes gráficas, para decidir hacerse tipógrafo, pues los cajistas ganaban más, debido a que les exigían que además de conocer el oficio tenían que tener buena ortografía y cultura general. Era autodidacta, gran lector.
Ya casado y con muchos hijos, en la imprenta de Torres Aguirre, ubicada en la cuadra seis del jirón Ica de Lima (donde después funcionarían los diarios Expreso y Extra), se haría linotipista.
Fue aprendiz de zapatero, pero después aprendió todo lo relacionado con las artes gráficas. Era autodidacta, gran lector. Aquí entre el personal de la Casa Editora "Torres Aguirre", que fue premiada con medalla de oro por la Municipalidad de Lima en el aniversario nacional de 1929.
Trabajó muchos años en el taller de los parlamentarios Torres Aguirre, quienes editaban el Diario de los Debates del Congreso. Como solicitó le mejoren las condiciones económicas y no fue atendido, decidió independizarse y presentó su renuncia. No pudo irse inmediatamente, pues los dueños lo habían declarado "Trabajador indispensable" según una patronal ley vigente que también establecía que tenía que "permanecer seis meses para preparar a su reemplazo" .
Con su saliva hizo en el piso 
una cruz y poniendo una mano 
sobre ella juró que nunca tocaría 
una máquina si no era de él.

Faltando unas semanas para cumplirse el plazo, los días se hicieron muy largos para él, pues la ley de marras establecía una serie de "faltas graves" por las que podía perder su liquidación e irse despedido sin un sol. Los dueños hasta le ordenaron a uno de sus compañeros que le buscara pleito, y que por ello recibiría una bonificación. (Cualquier parecido entre estos congresistas y algunos actuales no es coincidencia, es su esencia)
Finalmente, el último día de su tortura concluyó. Se arrodilló junto al linotipo en que trabajaba, con su saliva hizo en el piso una cruz y poniendo una mano sobre ella juró que nunca tocaría una máquina si no era de él. Los dueños, allí presentes, se rieron a carcajadas, y le dijeron: "¡Qué ingenuo! Mira a Fulano y a Zutano, también se fueron y tuvieron que regresar".

Contemporáneo
Por su parte, Víctor Raúl, procedente de una familia acomodada, se educó en universidades de Lima y Londres. Sus actividades políticas se centraban en la idea de extender la educación a las clases trabajadoras. Oponerse a la dictadura de Leguía lo llevó a la cárcel, de donde salió tras una huelga de hambre para exiliarse en México (1923-30).
Allí fundó en 1924 el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), un partido populista de ideología nacionalista, antiimperialista y anticapitalista. Regresó al Perú tras el derrocamiento de Leguía, participando en las elecciones de 1931; pero la victoria le fue arrebatada por Sánchez Cerro, que lanzó la persecución del APRA, encarcelando a su líder (en 1933 Sánchez Cerro sería asesinado por un exaltado aprista).
Se iniciaba así un largo periodo de persecuciones, coincidiendo con la sistemática vulneración de las libertades en el Perú del siglo XX: en 1936 tuvo que exiliarse de nuevo al ser anuladas las elecciones en las que había triunfado el candidato apoyado por el APRA. Regresaría a la actividad política en 1943.

Entre tinta y papel
Más o menos en esta época, Carlos Hilario inició su imprenta en la sala de la casa que alquilaba, con una máquina de palanca, un chivaleti y algunas cajas de tipos. Como no tenía guillotina, cortaba el papel a mano, empleando una chaira de zapatero. Fue un duro comienzo...
Con mucho esfuerzo y la ayuda de algunos de sus hijos –especialmente de Lucho, quien hacía diez mil impresiones diarias en la máquina de palanca– salió adelante. Por su parte, "El Cachorro", Carlos Manuel, también linotipista, ganado por las ideas apristas había distribuido "pan con libertad" (el diario La Tribuna) y fue miembro de la "Guardia plateada" hasta el día en que Haya se asiló en la embajada de Colombia en Lima a raíz del golpe de Estado de 1948. Los miembros de su célula no pudieron aceptar que "El Jefe"’ buscara la protección del país que arrebató el trapecio de Leticia al Perú.
"El Cachorro", por su sapiencia 
como dirigente sindical 
y los lentes que usaba,  
pasó a ser "El búho".


Sacrificio y trabajo
Cuarenta años después, con mucho trabajo, ingenio y sacrificio, Carlos Hilario vivía de sus rentas, pues había acumulado una fortuna de 2,7 millones de soles, que guardaba en cuentas de ahorro. Hacían ya tres años que gobernaba Alan Gabriel Ludwig y Luis Alva Castro era el ministro de Economía y Finanzas, aunque, al parecer, este último creía que la cartera que ejercía era "de Gastos y Fianzas" .
Para "refrescar" el gabinete ministerial, "Caballo Loco" movió uno de sus "peones descartables" . Había sido ministro del Interior (1985) y de Energía y Minas (1987), y lo sería de Economía y Finanzas menos de tres meses, del 2 de septiembre al 27 de noviembre de 1988.
Cataclismo
Cuatro días después de su nombramiento, el martes 6, Salinas Izaguirre anunció el "sinceramiento de precios", hipócrita frase aprista con la que se produjo un cataclismo económico financiero que causó más víctimas que el reciente sismo en Haití porque afectó a los peruanos durante varios años.
Debido al "Salinazo" de Caín..., perdón, de Abel, Carlos Hilario vio esfumarse su fortuna por la cruel devaluación monetaria y los últimos cuatro años de su vida tuvo que depender de una de sus hijas. ¡Cuarenta años luchó por evitar este final, sin saber que unos inefables sujetos lo tumbarían en su ancianidad! Finalmente expiró pocas horas después de la captura de Abimael Guzmán.
Como la de Carlos Hilario, hay muchas historias con finales infelices causados por el primer gobierno de Alan Gabriel. ¡La deuda de los apristas es inmensa! Por eso duele en el alma cuando, soberbios, se ufanan de "sus obras" (tremendo faenón) y envanecidos afirman que "gobiernan para los pobres del Perú".
Nota de redacción:
Esta historia es tan cierta como que Carlos Hilario era mi abuelo, y Carlos Manuel, mi padre.
Los datos referentes a Haya de la Torre y al APRA han sido tomados de www.biografiasyvidas.com.
Esta nota fue publicada en Globedia el 14 de enero de 2010.

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