sábado, 16 de junio de 2012

¿La noticia es una mercancía?


En la década de los 90 la ambición de poder de los gobernantes transformó en sicarios a muchos periodistas aprovechando su mediocridad y debilidad moral, y en mercenarios a la mayoría de los propietarios de medios de comunicación

Hoy es evidente que gran parte de la prensa todavía muestra los síntomas del amarillismo y que añora el tiempo en que le hicieron creer que era el “cuarto poder” de la nación, y por eso hace pataletas y boicotea toda acción de transformación que favorezca al pueblo, porque responde a intereses subalternos, egoístas, antipatrióticos. Tiene la marca de la bestia en la frente.
En realidad, esta falsa “prensa independiente” es solamente la herramienta de grupos de poder para mantener desinformados, entretenidos, estupidizados a sus lectores, pero “felices” porque les “entrega a precio de regalo” láminas educativas, cuentos, recetas de cocina, colecciones de libros o discos compactos (CD),  y además realiza sorteos gratuitos de automóviles y dinero. Como en la canción me pregunto: “¿Y cómo lo hace? ¡Yo no sé! ¿Cuál es el negocio? ¡Sepa usted!”, porque la mayoría se quedan colgados en los quioscos y no se venden a pesar de su bajo precio. Aunque hay algunos que tienen gran acogida, a pesar de que en nuestro país se lee poco. Para colmo, ¡circulan 26 diarios y varios semanarios!
¿Proxenetismo, prostitución o pornografía?

La televisión transmite noticiarios cuando la mayoría de la población se prepara para ir a trabajar o a estudiar, así que no puede apreciarlos, pero a la hora estelar en que podría hacerlo se brinda novelas, concursos de canto, enfrentamientos entre varones y damas, y los escándalos y chismes de la farándula. Lo actual, trascendente, orientador y educativo brilla por su ausencia. El canal del Estado debería ser una alternativa, pero no hay la intención ni la decisión de serlo. Para colmo se difunden muchos errores y horrores, pues la mayoría de medios han eliminado a los correctores y disminuido la calidad del contenido.

Un roce  y lloran, son intocables
Los comerciantes de la información se rasgan las vestiduras y hacen gran alharaca si alguna autoridad pretende regular su actividad, y sus accionistas, relacionados, favorecidos, proveedores y auspiciadores gritan al unísono; defienden con ferocidad “su” libertad de expresión o de opinión, pero se vuelven ciegos, sordos y mudos (aunque ríen por dentro) cuando atropellan los derechos ajenos, especialmente los de sus trabajadores.
¿Negocios son negocios o también tienen "pacto"?

Narran morbosamente los accidentes de tránsito, asesinatos, violaciones, violencia de género; anuncian catástrofes, siembran pánico y terror con endemoniados y vampiros; resaltan el machismo, la degeneración sexual y usan comercialmente la figura femenina; y mientras en una página dan consejos familiares,  en otras –sin descaro– promocionan a prostitutas, adivinos y hechiceros. Esto es lo que entienden por libertad de expresión. 
Se expone a la niñez. No hay fiscalización.

Los derechos de los niños, adolescentes, damas pudorosas, creyentes de alguna religión o la sensibilidad de personas con valores morales les importan un rábano. Como los mafiosos de las películas de “El Padrino”, repiten hipócritamente: “No es nada personal, sólo son negocios”, y tranquilamente van con sus familias a orar.

Raza de víboras
Piden y exigen que se diga la verdad, pero crean, inflan, tergiversan o esconden noticias si les pagan por ello. Las mañas aprendidas durante el fujimontesinismo no las olvidan.
Gobernaba Toledo cuando  comencé a laborar como corrector de textos en el diario que hoy dirige un rabioso extremista de derecha que dinamita todo lo que huela a cholo, andino, nativo, proletario, o parezca rojo, colorado, rosado, antiimperialista, nacionalista o zurdo, cuya frase “nosotros los pensantes” muestra su esencia facista, su soberbia por creerse superior y su desprecio por “los otros”. En la época a que me refiero, dicho diario peleaba el primer lugar en lectoría.
Un día de aquel entonces, en una extensa nota se informaba sobre las denuncias hechas contra una lotería grande porque su millonario premio mayor no había salido en más de un año. Había sido ubicada en la página central y por su importancia merecía ser parte de la portada. “Es la noticia”, me dije al terminar la corrección final. Media hora después me trajeron nuevamente la central, pero había sido modificada y el artículo en mención ya no estaba. Creí que para resaltarla sería publicada en una página delantera.
Al día siguiente, al revisar el periódico, me quedé asombrado porque esta noticia se esfumó, pero en cambio ¡había sendos avisos publicitarios de la lotería de marras! Intrigado revisé los demás diarios, pero en ninguno había siquiera una línea, aunque sí estaban los mismos anuncios. Una noticia como esta tendría que haber repercutido por varios días, pero en la prensa escrita, en la radio ni en la televisión pude captar una pizca. Poco después los puestos de venta de este sorteo comenzaron a disminuir y desaparecieron sin levantar ni dejar polvo.

De prensa popular a pluma rentada
Los diarios “Ultima Hora”, “Extra” y “El Popular” causaron sensación y tuvieron gran éxito por su estilo para presentar las noticias, pero la aparición de “El Mañanero” en 1992 deformó los conceptos. Se dejó a un lado la objetividad para rebuscar en la vida íntima de los protagonistas y hacer especulaciones y triangulaciones.
“La noticia es una mercancía. Sólo hay que saber venderla”, es la sentencia que caracteriza a este seudoperiodismo, que en su ignorancia cree que “espectáculos” significa “espectar culos” y exacerba los apetitos sexuales de sus lectores con sus imágenes. (Aclaro que no existe el verbo espectar, aunque hay periodistas que usan este barbarismo en vez de presenciar, admirar, ver, asistir, contemplar)
Se vende muerte, demonios y escándalos.

Como el gobierno de turno necesitaba apoyo popular para la reelección, los oportunistas crearon varios diarios, que se quedaban colgados en los quioscos pero que cumplieron la misión de destruir, desprestigiar o aislar a los opositores del régimen.
Juan Gargurevich anota lo siguiente en su artículo “La Prensa Chicha” (1):
"(…) El hecho es que en pocas semanas de campaña Fujimori saltó de la anécdota a competir con Vargas Llosa, quien hasta ese momento era considerado virtual ganador.
Fue el triunfo, dijeron, de un “outsider”, un recién llegado, elegido por masas que habían sido ignoradas por los observadores.
Uno de los productos de aquella etapa de convulsión social y política fue la nueva prensa “chicha” que aprendió a colaborar con la televisión sensacionalista, es decir, a reflejar en la prensa a los personajes populares, dramas de los noticieros, etc. de la llamada “pantalla chica”. Se acentuó entonces el triángulo Lector-Televisión-Prensa Chicha.
Pero también, y esta fue una de las características más saltantes de la etapa, la prensa chicha fue utilizada políticamente por el Gobierno, llegándose a extremos inéditos tanto en la historia general del periodismo como de la política. (…)
Varios diarios de corte “chicha” aparecieron en esos años combinando las noticias habituales de vedettes, escándalos y violencia, con campañas contra los enemigos políticos del régimen. Los periodistas que se prestaron a dicha práctica tenían la garantía de que nunca serían procesados porque el fujimorismo y el Servicio de Inteligencia también controlaban al Poder Judicial.
Gracias a esa impunidad circularon diarios de bajo precio como “El Mañanero” (1992), “El Chino” (1995), “La Chuchi” (1996), “La Reforma” (1997), “El Tío” (1998), “El Chato” (1998), “La Yuca” (2000), todos subvencionados por el gobierno, según se ha sabido con absoluto detalle después, cuando la Justicia recuperó su independencia y fue posible llevar a los Tribunales a los acusados por corrupción."
Se supone que preso el “Chino” y el “Doc”, y encarcelados los que se vendieron a ellos, estas prácticas desaparecerían, pero si los síntomas continúan es porque el mal persiste. La podredumbre, el pus, está debajo de la costra, y hay que sacarla para sanar nuestra sociedad. (Continuará)

Nota:
(1)   Ver:  http://blog.pucp.edu.pe/item/24665/la-prensa-chicha-juan-gargurevich

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